5/4/12


EL PROYECTO COSPEDAL
Miguel Lucas Picazo
(Colectivo Tersites)

El proyecto de Cospedal para Castilla-La Mancha es el no proyecto, o sea la nada. Desde que el Partido Popular ganara las elecciones regionales ha transcurrido el tiempo suficiente para aventurar qué será de este territorio del que ya nos habíamos aprendido su mapa y proyectado su identidad. En mayo del próximo año se cumplirá el treinta aniversario de las primeras elecciones regionales de las que saldría el primer gobierno autónomo, presidido por José Bono, que iniciaría un nuevo proyecto político, nacido desde la nada, para un territorio recompuesto con los retales sobrantes a otras comunidades. A Bono se le puede achacar de todo, incluso de pecar tanto que todas las tardes de su mandato tenía que confesarse con los cardenales primados de Toledo, pero logró cohesionar y dar forma al nuevo ente mediante un proyecto que fue creciendo poco a poco.  El sucesor Barreda, copartícipe desde los inicios del parto, continuó la labor constructiva, ganándose entre los líderes de las otras autonomías cierto respeto y  reconocimiento. Castilla-La Mancha contaba para sus gentes y desde el exterior también se contaba con Castilla-La Mancha. No entramos aquí en la letra pequeña de la gestión ni  en valoraciones de la actividad política cotidiana, por otro lado muy criticables y sobre lo que ya hemos escrito en sucesivas ocasiones. Nos interesa más, en este momento, saber hacia dónde nos encaminamos y qué va a ser de Castilla-La Mancha ante este no proyecto de Cospedal.
Se ha puesto de moda entre algunos periodistas y tertulianos bien pagados, la crítica al Estado de las autonomías: que si diecisiete leyes de educación, que si diecisiete modelos hospitalarios, que si diecisiete administraciones, otras tantas policías, defensores del pueblo, tribunales, figuras profesionales distintas, etc, y todo ordenado y gestionado por presidentes regionales a los que se trata de reyezuelos. Echan de menos el centralismo de otras épocas y el imperio de la política cortesana que reniega del “café para todos”.  Tanto es así, que si no fuera por el traspiés del PP en Andalucía, quizás estaríamos de nuevo en la mismísima transición con una España dibujada en dos cachos: Cataluña y Euzkadi, por un lado, y el resto, por otro. Por ahí van los tiros.
Nos hemos olvidado muy pronto, por ejemplo, de la situación de las zonas rurales y de cómo eran tratadas por las administraciones públicas en la etapa preconstitucional. De cómo la localización industrial de los años sesenta obviaba los lugares como Albacete por su escasa influencia en los centros de decisión. De las pocas carreteras asfaltadas, de las “igualas” con los médicos para una mínima atención sanitaria segura, de los pocos estudiantes que cursaban más allá del sexto de primaria, de la emigración universitaria por carecer distrito, de la beneficencia y asilos y de muchas carencias más que están en la memoria de los que nacimos en esa época. Nadie puede ignorar los logros de las autonomías en el último cuarto del siglo XX y el cambio experimentado en amplias zonas de Andalucía, Extremadura  o Castilla-La Mancha que vivían ancladas permanentemente en la ruralidad  descrita en la extraordinaria novela -y película- de Miguel Delibes, “Los santos inocentes”. El “café para todos” inició una nueva manera de hacer política en España que partía del conocimiento de lo local y que administraba los recursos de los territorios según los intereses de una vecindad próxima y conocida. Los gobiernos regionales se plantearon, por lo general, objetivos modernizadores y paulatinamente se alcanzaron niveles de vida y de calidad totalmente desconocidos para la mayoría de los españoles. Por fin, pertenecíamos al mundo desarrollado.
Sin embargo, cuando día tras  día nos levantamos con noticias para esta región como el abandono de los proyectos de las autovías de Albacete-Cuenca y Toledo- Ciudad Real, con la desaparición de organismos e instituciones regionales, con la petición de los médicos de la vuelta al Insalud, con los enésimos recortes en lo social, educativo y cultural y con la total ausencia de cualquier idea de futuro, parece que volvemos a quebrar de nuevo el rumbo de la historia. El cambio de ciclo político liderado por el Partido Popular y personalizado aquí por Cospedal  consistirá, visto lo visto, en adelgazar las arcas de la región y engordar las de su marido al que ya hemos pillado con las manos en la masa. La próxima vez que nos pongan a Soraya  Sáenz de Santamaría que tiene más cuajo, pero queremos saber qué proyecto de región tienen para Castilla-La Mancha.

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