13/6/10

MI MAMÁ TAMBIÉN HA APROBADO LA ESO
Miguel Lucas Picazo

Estuvo toda la mañana impaciente esperando que se hiciera la una del mediodía. A esa hora, cuando hay examen, su hijo toca a toda prisa el timbre y desde el telefonillo canta la nota de “mates”, “cono”, “lengua” o la dichosa “tecnología”. Hoy hemos sacado un notable y estamos tan contentos, aunque, la verdad, esperábamos un sobresaliente porque anoche se nos hicieron las doce repasando los problemas. La escena viene repitiéndose desde quinto de primaria y me temo, si no se tuerce el estudiante, que la cosa no terminará hasta la obtención del master. Ha llegado a pensar que en la orla de fin de carrera se merece un puesto de honor y que se tendría que habilitar una casilla para poner su foto entre los alumnos y profesores. Incluso ha puesto nombre para este apartado de la orla; duda entre llamarle conseguidor/a de créditos (la mayoría de los trabajos de las asignatura master de su hijo se los ha bajado, y encuadernado, de internet) o mediador/a docente (ha intervenido, conociendo el perfil del chaval, ante sus profesores para que éstos sepan de sus carencias).
Los estudiantes de antaño eran eso, estudiantes, y las familias sólo conocían de refilón el curso y las materias que cursaban sus hijos. Al final de curso venían los aprobados o las calabazas y si predominaban estas últimas, lo máximo que podían hacer los padres era pagar unas clases de verano para las asignaturas cateadas o un par de meses, en los casos de gravedad y solvencia económica, en un internado afamado por su severidad. Ahora el estudio de los hijos, si no quieres que se vean abocados al fracaso escolar, se ha convertido en una tarea compartida de toda la familia y, a veces también, de la comunidad de vecinos. Sin ir más lejos, hace unos días me preguntaba una amiga si yo conocía a algún arquitecto o ingeniero que le pudiera echar una mano; el profesor de tecnología le había encomendado a su niña unos planos de una polea que hasta en google daba la búsqueda 0 resultados. Allá que le envío a mi amigo arquitecto el paquete. Tras estar toda la noche dándole vueltas a la polea, no consiguió resolver el enigma. Después me enteré que se trataba de una estrategia educativa con la que el profesor, al menos así lo dijo él, pretendía hacer razonar a sus alumnos. ¡Lo que es capaz de hacer una madre para que su hijo lleve hechos los deberes!
Desde siempre, los estudiantes han podido necesitar ayuda para aquellas materias por las que sentían alguna fobia y de ahí las antiguas permanencias, clases particulares, estudios, velas, academias y alguna otra modalidad de lo que hoy los pedagogos llaman planes de trabajo individualizado. Esto solía ocurrir en bachillerato o cuando había que preparar alguna de las antiguas “reválidas”; sin embargo, en la actualidad, lo que llama la atención es que cada vez las “ayuditas” se hacen imprescindibles en edades más tempranas. Me atrevería a decir que un alumno de los últimos cursos de primaria que sólo cuente con los recursos que los centros educativos disponen, ante cualquier carencia en el aprendizaje, engrosaría aún más el elevado porcentaje de fracaso escolar en la enseñanza obligatoria. En otras palabras, si el entorno familiar no está implicado totalmente desde edades muy tempranas en las tareas de aprendizaje de sus hijos, el riesgo de abandono o fracaso escolar, en el sentido más amplio del término, está asegurado. No hace falta decir que en este contexto, la precariedad económica, la penuria cultural, las familias desestructuradas o marginadas, con este modelo académico de escuela tienen serias dificultades para conseguir su integración social y, menos aún conseguir logros escolares.
Instalados en un sistema educativo que prima la competitividad sobre otros posibles valores, a los padres no le queda más remedio que exigir a sus hijos y a ellos mismos, unas notas que requieren un esfuerzo familiar sobredimensionado. Un alumno de segundo de bachillerato de los que en los próximos días se presenta a la nueva selectividad y que tenga vocación para determinadas carreras, no le basta con ello, sino que necesita un historial académico que no se consigue, a veces, si su madre no ha aprobado con él la ESO.

1 comentario:

  1. Anónimo12:18:00

    http://www.youtube.com/watch?v=0JgdvTAIeAU&feature=related

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