La lista de Castilla-La Mancha
Miguel Lucas
Picazo
(Colectivo
Tersites)
En la película La lista de Schindler, el personaje más sabio
y astuto es el contable judío Itzhak Stern que fue capaz de transformar las
simples hojas de cálculo contable en salvoconductos para la vida y evitar así el
exterminio al que estaban abocados cientos de judíos al ser categorizados como
“trabajadores esenciales”. La contabilidad es una disciplina para la gestión
económica que en sí misma es bastante neutra y aparentemente objetiva pero que algunos políticos y sus
medios de comunicación la están convertido en una especie de tablas de la ley resumidas en el primer mandamiento de “amarás el
déficit cero sobre todas las cosas”. Con tanta fuerza ha impactado la ciencia
contable en los últimos meses que hasta en el texto constitucional, nuestra
biblia laica, se cuantifica el máximo de pecado presupuestario al que pueden
llegar los gobernantes y, sobre todo, se venera la honra del estado pagador de la deuda, aunque falte para pipas.
Poco hemos aprendido de la filosofía del contable Stern para el que detrás de
cada registro había seres humanos con situaciones merecedoras del calificativo
“trabajador esencial”, lo cual suponía evitar la cámara de gas. Para regiones
como la nuestra, Castilla-La Mancha, gobernar con la mira puesta en la
cuadratura presupuestaria significa a corto y medio plazo recortar una serie de logros que estaban ubicando a la ciudadanía manchega en los umbrales del
bienestar.
No se trata de legitimar todas las políticas y el abuso de
poder de tantos años de gestión del grupo político socialista, sino de mantener
ese listado del bienestar, gobierne quien gobierne, ya que se trata de derechos
irrenunciables, como es el caso de la educación de calidad, de la atención a la
salud, a la vivienda, a los asuntos sociales, la jubilación o, por encima de
todos, el derecho a un trabajo y remuneración dignos. Es cierto que la Junta de
Comunidades ha supuesto un escalón más en el embrollo de las administraciones
compartidas de nuestro modelo político, pero también es cierto que gracias a
ello una población que nunca había tenido nada, ha podido disfrutar de derechos
o situaciones imposibles de imaginar hace tan solo unos años y que ahora vamos
a perder.
Se nos está apabullando con cifras calificadas de
astronómicas en relación a la deuda regional, cuando en realidad se trata de
cantidades totales nimias si lo
comparamos con la deuda de otras regiones o con el total del Estado. Por
nuestra deuda no se va a caer el castillo de naipes en el que está inmersa la
economía europea.
Castilla-La Mancha es un territorio con predominio de zonas
rurales que han sufrido las consecuencias de una industrialización que primó a
las periferias y que nos llevó a la despoblación, al envejecimiento y a la
carencia de servicios e infraestructuras. Salir de esta situación solo se puede
hacer primando la inversión y gastando lo necesario en las partidas
consideradas sociales. Si por ley se limita este modelo de desarrollo, que es
lo que se ha aprobado con la reforma constitucional, por ley estamos decretando
la desaparición de Castilla-La Mancha y de otras regiones de similares
características. El Partido Socialista y el Partido Popular han consensuado,
por una vía ajena a la democracia, la
negación del único sistema contable beneficioso para las regiones más pobres y
que, a su vez, venía siendo el modelo económico de la socialdemocracia europea.
Si las políticas de ajuste anunciadas a bombo y platillo en
Castilla-La Mancha se llevan a cabo habrá que ir pensando en un Schindler y
Stern para la región que consiga poner a buen recaudo “los derechos esenciales”
porque van directos al horno crematorio. Lo que ha pasado con la educación es
solo un avance de lo que estar por llegar en sanidad, en bienestar social y qué
decir de la cultura. Estamos hablando, para una región que no tiene otra cosa, de
la pérdida de miles de puestos de trabajo y, lo peor de todo, de la negación
para las generaciones venideras de un futuro insertado en sus lugares de
nacimiento. Un segundo éxodo rural, que esta vez también será urbano, es lo que
nos espera si no somos capaces de poner freno a las políticas de contabilidad
cero, las haga quien las haga.
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