Miguel Lucas Picazo
(Colectivo Tersites)
Si hace unos años la modernidad europea
proponía como base para todas las reformas administrativas y de gobierno “el
giro hacia lo local”, ahora el inepto
Rajoy se va a cargar una de las mayores riquezas inmateriales que aún ostenta
nuestro país: la cultura de lo local. De prosperar la reforma de la Ley de
Bases de Régimen Local –anteproyecto que Hacienda presentó en el sonado Consejo
de Ministros último- por la que las diputaciones provinciales asumirían funciones
de los municipios de menos de 20000 habitantes, toda la filosofía europea
basada en el “territorio” y en los
servicios de máxima proximidad, irá
dando paso, bajo el falso argumento de la eficacia, a la simple gestión de la
cuadratura presupuestaria. Funcionarios asépticos y lejanos a la realidad del
vecindario asumirían las riendas de pueblos con tanta población como La Roda o
Tobarra, por citar algunos de nuestra provincia. Una de las leyes más
importantes de nuestro desarrollo constitucional, como es la Ley 7/85
Reguladora de las Bases del Régimen Local, quedaría con las reformas
presentadas como un mero apéndice administrativo del Estado y convertiría a los
entes locales en corrales de la Pacheca. Si hasta ahora el clamor popular y la
lógica política abogaba por el ocaso de las diputaciones provinciales, con las
reformas aprobadas éstas se verán reforzadas, en deterioro de la auténtica
corporación local que no es otra que la municipal.
A poco que repasemos la historia de España
observaremos la importancia de lo local para el contexto nacional; tanto que,
incluso, la misma identidad española, como afirma Álvarez Junco, nace de los levantamientos
de madrileños, gerundenses, zaragozanos y del resto de localidades que en 1808
se alzarían contra “el otro” francés. En
definitiva los españoles siempre nos hemos sentido más de la patria chica que de la patria grande y hemos tenido más
identidad local que nacional. Prueba reciente de ello en estos años de triunfos
futbolísticos es que La Roja, convertida
en verdadero símbolo identitario de lo español, convive y comparte éxitos con la
Fuentealbilla de Iniesta o el Móstoles de Casillas, localidades que por ser la
cuna de nacimiento de estos dos mitos del fútbol español han adquirido un gran renombre y, en el caso de la albaceteña,
hasta centro de peregrinaje y turismo.
La organización territorial de España es
una asignatura pendiente desde la época de la Transición y tras la crisis
económica son muchos los que están aprovechando esta coyuntura para
promover la vuelta al centralismo o, en
el caso de las regiones históricas, a la situación anterior al modelo conocido
por “café para todos”, que tanto disgustó
a catalanes y vascos. Desde luego que el modelo de una administración de
competencias compartidas –como el que tenemos en España- en más de cuatro
niveles (local, en algunos casos comarcal, provincial, regional y estatal)
donde todos pueden hacer de todo, no ha dado sus frutos y se haya confundido
muchas veces “competencia compartida” con duplicidad de funciones lo cual
necesita, eso es cierto, una profunda reforma y aclaración. Sin embargo,
creemos que eliminar el primer nivel competencial, que es el más importante de
todos y el más cercano a los ciudadanos, como la misma ley de Bases de Régimen
Local dice en su artículo 2 de
conformidad con los principios de descentralización y de máxima proximidad de
la gestión administrativa a los ciudadanos, sería un retroceso hacia los
ayuntamientos del franquismo o del liberalismo doctrinario. A todo ello habría
que añadir la problemática que supondría el trasvase de personal de las
entidades locales a las provinciales y, a veces, viceversa lo cual supondría
eso que ahora se llama eufemísticamente “ajustes” de personal y que ya sabemos
que consiste en mandar a la gente al paro eterno. No me extraña que volviésemos
a las “cesantías” de antaño cuando liberales y conservadores se turnaban en el
poder y con ellos se marchaban o volvían los funcionarios correspondientes.
Si no queremos dar un adiós a lo local, tenemos que apoyar en las manifestaciones de esta
tarde y en las sucesivas movilizaciones la reivindicación de las culturas
locales e impedir que clausuren nuestros pueblos por la vía del decreto, que es
lo que se pretende.
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