13/9/12

¿La Transición democrática española?


                                                                                                                                                                      Miguel Lucas Picazo
                                                                                                                                                              (Colectivo Tersites)
Al igual que hay muchos pueblos de las tres mentiras, caso de la querida población albaceteña de Montealegre del Castillo, también la ciencia histórica construye episodios considerados veraces pero basados en una, dos, tres o más mentiras. Parece que algo de ello ocurre con la modélica etapa de nuestra historia reciente que conocemos por la Transición democrática española, que, visto lo visto, no fue ni transición, ni fue democrática, ni fue del todo española. A los, más o menos, treinta y cinco años del evento, y dada la situación actual a la que hemos llegado, fueron tantos los errores cometidos y ha sido tan mal contada, que podemos afirmar que lo que se conoce por Transición nunca ha existido. Al menos, no como nos lo han contado. 
No fue una transición ya que por tal se entiende un momento fugaz de la historia que da paso a una nueva situación; en nuestro caso se ha alargado tanto que se ha convertido en un fenómeno diacrónico y permanente de la historia reciente española. Algunos creíamos que el punto y final de la Transición llegaría con el cuarto presidente de la democracia, José María Aznar, porque ello implicaba la normalidad  política y la asunción de la democracia por la derecha más conservadora de este país. El primer mandato apuntaba maneras pero los sucesos posteriores, simbolizado en la conocida fotografía de las Azores, y la llegada a tropel de Rajoy  y sus secuaces al poder evidencian que aún no hemos pasado de página histórica.
No fue democrática, y no tan solo por cuestiones de sentido común, como el caso de tener que asumir sin referéndum la monarquía borbónica, sino porque el consenso o mejor la conocida frase de “en aras del consenso”, produjo una especie de amnesia histórica y, sobre todo, un desarrollo legislativo orgánico unas veces continuista, caso del poder judicial y policial, y otras ventajista que favorecía la formación de nuevas élites políticas nacionales, regionales y locales que, incluso, habían estado ajenas a la  misma transición y a la oposición franquista. De hecho la ley de partidos, a pesar de la legalización del PCE, vetó en las primeras elecciones de 1977 a los otros partidos políticos de izquierda en la clandestinidad y que, hoy olvidados,  tan fundamentales fueron en la última etapa del franquismo. Mientras se configuraba un bipartidismo político y social, muchos recursos humanos con una ideología similar a lo que hoy sería el 15-M, se alejaban a la fuerza del activismo político y quedaba libre el  terreno para los arribistas y trepas que muy pronto gestionarían la mencionada transición.
Y no fue del todo española porque, como los papeles secretos de algunas cancillerías están sacando a la luz, en medio de un contexto mundial bipolar, España geopolíticamente no podía jugar a la neutralidad. Estados Unidos y la socialdemocracia europea, liderada por Alemania, estaban interesados en una transición para España de baja intensidad y alejada del ruido soviético.
Lo más grave de todo es que las generaciones futuras, los que hoy están entre los treinta y cuarenta años y que son, o deben ser, los actuales gestores del país desconocen la verdadera urdimbre de la Transición. Igual que figuras políticas de la importancia de Buenaventura Durruti para la década de los treinta de la anterior centuria han sido eliminadas de la historia de España, los libros de texto de nuestros bachilleres también se han encargado de poner y quitar a los verdaderos protagonistas de la Transición. 
Pero ¿qué importancia puede tener esto para la coyuntura actual? Pues mucha, ya que lo que en estos momentos se está poniendo sobre la escena política son dos cosas: la validez del sistema y organización territorial creado entonces y  la capacidad de los partidos políticos -bipartidismo- que la Transición consagró. Sería bueno releer de nuevo lo sucedido en esa época y cimentar el futuro deshaciendo tantos errores intencionados.

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