5/12/12

DUELO POR LA SANIDAD PÚBLICA


                                                                                                                                                                                             
Primitivo Hospital de Albacete, inaugurado en 1922
Cuando en el día de hoy estamos conmemorando el treinta y cuatro aniversario de la Constitución española y hace unos días se recordaba el treinta del primer gobierno socialista, quizás convendría haber  recordado también , incluso con más ahínco, que se han cumplido doce años del asesinato por ETA de Ernest Lluch. El que fuera Ministro de Sanidad en la época de Felipe González, no fue un ministro cualquiera, fue el gran reformista del sistema sanitario español, ése  que ahora se está desmontando sin piedad.
Si durante todos estos años de desarrollo constitucional hemos asistido a grandes cambios legislativos, no les quepa ninguna duda, que una de las mayores transformaciones, si no la mayor, fue la de incluir a más de cinco millones de españoles en el sistema sanitario universal. De pagar “las igualas” para tener una mínima atención médica, se pasó a un sistema nacional de salud, similar al inglés de después de la II Guerra Mundial. Se construía así en España uno de los pilares del Estado de Bienestar: el sistema sanitario universal.  El modelo elegido tuvo algunas carencias ya que se privilegiaban los dispositivos hospitalarios en detrimento de otras atenciones como la primaria, la preventiva, la mental o la educativa.  También el sistema se desvinculaba del anclaje social al dejar la  dependencia y otros aspectos asistenciales para el futuro o para la exclusividad competencial de las respectivas autonomías. A pesar de ello, desde aquel instante, cualquier español o quien viviese en España, fuese quien fuese, tuvo el derecho de estar atendido sanitariamente. Y esto se hizo en contra de la opinión de muchos sectores -conservadores-  del mundo de la medicina, ya que algunos querían seguir manteniendo sus privilegios  corporativos y una atención a la salud, privada, desigual e injusta. El resultado de todo este reformismo es conocido por todos y, aun alejados de la media europea, se lograron grandes avances, especialmente en la atención hospitalaria, como así lo atestiguan las numerosas encuestas tan favorables a nuestro desaparecido sistema de salud.
Sin completarse las reformas y en un contexto hostil a todo lo que signifique un mínimo intervencionismo estatal, un profundo tsunami ultraliberal y antisalud está recorriendo toda España, pero con especial afianzamiento en Castilla-La Mancha donde su Presidenta,  la Peor de Todos, ha liquidado a base de decretazos y mercadeo el ya débil bienestar de los castellanos-manchegos. Es sorprendente, a pesar de las movilizaciones, cómo en tan corto período de tiempo se ha liquidado, primero, los servicios sociales y, ahora, la sanidad, sin que la población haya respondido con la contundencia que el hecho merece. Y más, si de ninguna de las maneras, el gasto de estos servicios estaba poniendo en peligro las finanzas regionales ya que por más que nos digan, la gestión pública  de  nuestro sistema sanitario (9% del PIB) no se acerca al gasto del 17,9 % del PIB de los EEUU (fuente INE/base) gestionado mayoritariamente de forma privada. Nuestro gasto sanitario está en la media, o por debajo, de los países del entorno, si nos atenemos, también, a los porcentajes ya no del PIB, sino del gasto presupuestario total anual.
Un tanto ingenuamente me preguntaba un alumno el otro día: “entonces, si la sanidad pública es más barata y mejor que la privada ¿a qué viene  tanto avasallamiento privatizador? Estaba en el convencimiento de que los gobiernos actúan de forma neutral y teniendo en cuenta el bienestar de los ciudadanos. Le pasaba como a muchos de los votantes del Partido Popular, que no conocían el programa oculto y los interesen de los lobbies que son los que verdaderamente marcan el paso de este tipo de  políticos.
Concluyendo, y aprovechando la homonimia del título de este artículo, decir que nos queda, pues, pasar el “duelo” por la pérdida de  un modelo de sanidad bastante digno  y mantener la esperanza para que en el otro tipo de “duelo”, el mantenido por los lobbies de la medicina, que son los que sostienen a los gobiernos como el de Cospedal y su marido,  y el sector público,  triunfe este último.
Miguel Lucas Picazo
(Colectivo Tersites)

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