La
periodista Ana Pastor ha estrenado un programa televisivo en el que se realiza
una prueba de verificación sobre determinados dichos de los políticos que sin
vergüenza alguna sueltan cuando les viene en gana y que al día siguiente se
convierten en titulares de prensa. Como
se demuestra en ese programa, después se comprueba que suelen ser falsedades y
mentiras pero el rumor ya está en la calle y el político ha conseguido su
objetivo, que puede ser de lo más variopinto.
Ésta
puede que sea una de las características más comunes entre la nueva clase
política, española y también de otros estados. Lo políticos abusan de los
recursos maledicentes dirigidos a una ciudadanía a la que consideran, digamos,
plana, por no decir otra cosa. Quizás en el caso de España este fenómeno lo
empezara, si no vamos muy atrás en el tiempo, Alfonso Guerra, o más recientemente,
la emperatriz del PP, Esperanza Aguirre. No obstante, llama la atención lo
rápido que han aprendido la lección la generación de los” novísimos políticos”,
donde están apostando por ver quién es más maledicente. Cospedal, Fátima,
Floriano, Pujalte, Fabra, Cantó, Cañete, Valenciano y muchos más ya han
obtenido nota (superan el notable alto) para obtener la beca Wert, primus inter pares de la maledicencia, que les auparía al premio, por lo menos,
Príncipe de Asturias de la zafiedad
De
aquel guerrismo del “a España no la va a conocer ni la madre que la parió” y
del verbo sincero de Zaplana cuando dijo que “estoy en política para forrarme” hemos pasado a “los contratos en diferido”, a
la “movilidad exterior”, al “nunca pueden dar dos manzanas, la suma de una
manzana y una pera”, al “regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con
mucho cuidado”, al que “los votantes del PP pagan la hipoteca aunque tengan que
dejar de comer”, a la consideración del escrache como “nazismo puro” o que “la
mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas”, por no citar a la
“niña y al primo” de Rajoy -éste también
entran en el ranking de personas maledicentes y de los que, como dijera
Poncela, no se atrevieron a ser inteligentes y se hicieron políticos-.
Nos
gobierna la clase política peor de la
historia reciente de España. Quizás académicamente posean titulaciones y cierta
preparación pero, por sus hechos y dichos, no pasarían ni la primera fase del
concurso televisivo ¡Ahora caigo! Porque de Pasapalabra o de Cifras y letras,
ni hablamos. Para Gran hermano también pueden valer. Sin embargo, me niego a creer que esta
zafiedad de la clase política actual sea simplemente una cuestión generacional
-los hay de todas las edades- o de partidos -los encontramos en todos los
grupos, aunque en unos más que en otros, eso sí-, más bien se trata de una
cuestión estratégica a la que no estamos dando la importancia que merece y
sobre la que no basta con el cabreo
que pillamos cuando escuchamos la impertinencia de turno.
Tras
las frasecitas de baja estopa, este gobierno ha conseguido en 500 días y sin
apenas contestación callejera, acabar con la sanidad pública, deteriorar la
enseñanza, reducir la ley de dependencia a la nada, imponer la confesionalidad
del estado, expulsar a los jóvenes del país, subir los impuestos indirectos,
legislar en exclusividad para beneficiar a la banca, constreñir los derechos y
volver al siglo XIX en materia de libertades y derechos sociales, controlar el
poder judicial y ponerlo a funcionar a
su antojo……. En fin, estamos en la era de algo mucho peor que la simple maledicencia.
Miguel
Lucas Picazo
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